14 septiembre, 2011

Corrupción: Una patología endémica.

Vivimos en la tierra de la ignorancia, no tenemos derecho a saber el cómo o  porque de las cosas  y  lo que es peor aún, hemos perdido la capacidad de exigir, de indagar, de sentir por lo que es nuestro, estamos postrados de rodillas ante una hegemonía dominante que lacera nuestro presente y nos condena a un futuro de mediocridad. Nuestros actuales gobernantes  se auto describen  como la única garantía del orden y la estabilidad con la que nuestra república puede contar en estos tiempos de crisis mundiales, en cierto modo, tienen razón cuando se identifican a sí mismos con el orden y la tranquilidad, en efecto, constituye el orden, pero de la cotidiana marginación de todo un pueblo que tiene que soportar los vilipendios de una política económica y socialmente excluyente, que durante más de 7 años consecutivos ha extendido la pobreza y concentrado las riquezas.
La mezquindad es el valor predominante de esta clase que absorbe y mal gasta sínicamente los recursos que posee y hasta los que no, ya que endeuda al estado de forma inconsciente, sin limites, sin censura, desmedidamente indolente. La constitución dominicana en su artículo tres establece: “La República es y será siempre libre e independiente de todo poder extranjero”; nuestros héroes constituyentes, no imaginaron jamas la posibilidad de ser dominados por un  poder endémico, de su propio pueblo, de su propia gente y no previeron la malevolencia de los que nos gobiernan, mucho menos la indiferencia que caracteriza el ejercicio político contemporáneo. Si analizamos la problemática de la corrupción en la republica dominicana, tomando en cuenta el informe ofrecido por la prestigiosa organización “transparencia internacional”, la cual elaboro un índice de percepción de la corrupción en el sector público que abarca 178 países del mundo, basándose en una escala  que va desde el cero, considerado como altamente corrupto, hasta el diez como altamente limpio, el informe señala la existencia de países valorados con índices por debajo de los cinco puntos, lo que indica la existencia de un problema serio de corrupción. Es evidente que la republica dominicana no alcanzaría de ninguna manera este límite de  cinco puntos, por el contrario, nuestra puntuación es de tan solo tres puntos, obteniendo así uno de los más bajos del mundo. La corrupción es un flagelo que desvía cuantiosos recursos del presupuesto nacional, que muy bien podrían ser usados en sectores que realmente lo necesitan y que hoy deambulan por las calles del abandono y la humillación; cada centavo que es arrebatado perversamente por manos inescrupulosas provoca graves violaciones a los derechos económicos, destruye economías y condena a la población al desempleo, al hambre y al desamparo. 

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